sábado, 24 de julio de 2010

Información, información, información...

Recuerdo mi primer día de trabajo en aquella entidad. Aún no sabía hacer un ingreso por caja cuando un cliente me dijo que lo más importante que tenía que aprender eran tres cosas: información, información e información.
Normalmente nos movemos por la vida con una total falta de información: se nos escapan los diagnósticos médicos, las averías mecánicas... o el lenguaje financiero. Y es que no conocemos los intríngulís de nuestro cuerpo, de nuestro coche o de nuestra entidad bancaria.
En nuestro banco o en nuestra caja están depositados nuestros ahorros, nos han de facilitar la compra de nuestro piso o hemos contratado nuestro plan de pensiones.
Y sin embargo, normalmente no somos capaces de depositar nuestra confianza en ellos. Quizás porque nuestros interlocutores no nos la inspiran o quizás porque no sabemos cómo tratarlos.
Por otra parte, conocemos sus grandes números, esos que año tras año vienen publicando diciendo que han ganado cientos de millones y a nosotros se nos pone cara de tontos porque pensamos que han sido obtenidos a nuestra costa... y es verdad. Pero nos falta saber la letra pequeña de lo que firmamos y cómo debemos actuar ante ella.
Este blog sólo pretende explicar de modo sencillo todo aquello que nos parece complejo y asesorar a sus lectores a la hora de negociar con su entidad y conocer sus productos.
Y como aperitivo, la semana que viene hablaremos de los derivados, esos seguros de cobertura de tipos de interés que la banca colocó con calzador y que ahora están causando un grave perjuicio económico a quienes lo contrataron.

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